Un monarca sanguinario imaginó el siguiente juego: hacía detener a sus súbditos y los ponía delante de una bolsa. [br][br][list][*]En esta bolsa -les decía- hay mil bolillas, numeradas del uno al mil. Cada uno de ustedes debe extraer, sin mirar, tres bolillas. El gran decano de la Universidad hará la multiplicación de los tres números inscritos en las bolillas, obteniendo un resultado que será par o impar. En un caso, el súbdito será colgado, y en el otro recibirá una recompensa. Pero como yo soy un buen hombre, les dejo la posibilidad de elegir en qué caso serán colgados: cuando el resultado sea par o cuando sea impar. [/*][/list][br]El soberano se había aficionado tanto al juego que la población iba en dramática disminución. Los ministros, alarmados, hicieron una reunión secreta. [br][br][list][*]Esto no puede seguir así -dijo uno de ellos-. Las ejecuciones van a dejarnos sin gente a quien gobernar.[/*][*]Es cierto -confirmó otro-, pero debemos reconocer una cosa: desde que el rey se entusiasmó con el juego, el nivel matemático de la población ha mejorado. [/*][/list]¿Qué razonamiento puede llegar a justificar el pronunciamiento de este ministro?
Si se piensa un poco, hay que apostar por un producto impar, ya que para ello es necesario que todas las bolillas lleven marcado un número impar, lo que solo sucede, de media, una de cada ocho veces.